La primera población organizada del enclave de la actual Girona aparece aproximadamente al 82 a. C. cuando Pompeyo construye una fortificación con el objetivo de proteger la estratégica zona bautizándola como Gerunda, que con el paso del tiempo se convirtió en Girona.
A diferencia de casi todas las ciudades o poblaciones romanas, Girona no se diseñó en base a la cuadrícula romana latina, sino a una distribución completamente irregular de acuerdo a las necesidades militares. Se trató de una ciudad estratégica que creció con una distribución defensiva, clave para su posterior desarrollo como una pujante entidad romana.
Después de la adopción del cristianismo, Girona fue escenario de profundos cambios e intrigas dentro de las diferentes corrientes dentro del poder religioso y de los continuos asaltos de las tribus bárbaras, pero conservando cierta estabilidad a pesar del derrumbe del imperio romano occidental.
Finalmente, en el siglo V los visigodos se apoderan de la ciudad manteniendo el control hasta que en el año 711 la invasión musulmana los desplazó por completo en el año 715.
Etapa Musulmana, carolingia y catalana
Si bien los musulmanes transformaron la ciudad dentro de la égida del califato y se produjo cierto florecimiento socioeconómico, Girona nunca tuvo una importancia estratégica para los musulmanes, quienes rápidamente prefirieron entregarla a Carlomagno.
Este evento histórico marca el principio de lo que sería la futura Cataluña, en la que Girona pasó a tener una importancia estratégica de alto nivel.
Esta situación cambió cuando los musulmanes reintentaron recuperar la ciudad, lo que resultó en su fortificación y aumento de influencia política y militar, afianzando la fuerza del reino catalán y en especial su independencia.
Para el siglo XIII Girona alcanza el máximo esplendor de la Edad Media gracias a la prosperidad de la comunidad judía y del reimpulso económico, pero al acentuarse la reconquista española los judíos fueron convertidos y expulsados a comienzos del siglo XIV.
Durante los siguientes 3 siglos Girona experimento un crecimiento demográfico y económico pronunciado que obligaron a expandir sus límites naturales, ampliando las murallas defensivas y fortificando aún más sus defensas, después del ataque constante de los reinos vecinos y de los diversos conflictos militares que buscaban hacerse con la estratégica ciudad.
El siglo XIX, la guerra civil y el futuro
A comienzos del siglo XIX Girona hizo frente al peor ataque conocido hasta ahora en su historia, cuando las tropas napoleónicas llevaron a cabo la invasión de España en 1808.
A partir de ese momento la ciudad fue escenario de cruentos combates que se alargaron durante 7 meses de asedio que terminó capitulando después de masivas pérdidas humanas y de buena destrucción de la ciudad.
Después de la derrota francesa en 1813 y su posterior expulsión de España, Girona reinició un difícil camino de reconstrucción que experimentó un reimpulso gracias a la política de Ensanche que permitió ampliar más sus límites físicos, incrementar la industria pesada y su sector comercial.
Para el año 1889 se derrumban las últimas murallas defensivas musulmanas y Girona se expande en un ambicioso plan de modernización que, sin embargo, conservó intacta buena parte de su patrimonio histórico y cultural, en especial lo referente al antiguo barrio judío medieval.
Con la llegada del siglo XX el florecimiento e impulso socioeconómico se agravan producto de la depresión económica surgida en 1929 y la posterior inestabilidad política que asoló a toda España y que llegó a su punto más alto en 1931 con la instauración de la segunda república.
Al igual que en el resto de Europa, España estaba sumida en una cruenta lucha entre fascistas y comunistas, que comenzó después de finalizada la primera guerra mundial y que empeoró después del colapso de Wall Street.
La sublevación de las tropas franquistas en Melilla desata la cruenta y sangrienta Guerra Civil en 1936 y Girona rápidamente queda en manos de los insurrectos y seguiría así hasta el triunfo franquista en 1939.
Bajo el mando franquista la autonomía catalana quedó gravemente disminuida afectando a todas sus ciudades y Girona no fue la excepción. Sin embargo, se acometieron ambiciosas obras de infraestructura que mejoraron en algo la situación económica.
No fue sino hasta la llegada de la democracia y de su posterior entrada en la Unión Europea en 1986 cuando Girona experimenta un impulso y florecimiento socioeconómico, en especial en el sector industrial y turístico, que la convertiría en una de las ciudades más importantes de Cataluña después de Barcelona.
Cabe destacar que en 1990 Felipe de Borbón fue nombrado heredero de la Corona de Aragón, lo que fue catalogado como un significativo gesto de la influencia política que estaba experimentando nuevamente la ciudad.
Girona es una de las ciudades españolas que mejor ha conservado su patrimonio histórico, lo que le ha posicionado como uno de los destinos turísticos patrimoniales más interesantes de Europa, superado únicamente por Brujas.
Con la llegada del nuevo siglo Girona experimenta un elevado desarrollo turístico y académico alcanzando el máximo nivel en 2016 al recibir el codiciado Premio de Europa en reconocimiento a sus esfuerzos por exaltar el ideal paneuropeo, convirtiéndose junto a Santiago de Compostela en la segunda ciudad española en obtenerlo.