Construido en 1916 como la nueva sede del arzobispado de la ciudad, el Palacio Arzobispal de Burgos presenta un diseño arquitectónico marcadamente neorrenacentista como parte de la fuerte corriente ecléctica de finales del siglo XIX y comienzos del XX, obra de los arquitectos Julián de Apráiz y Javier Lurque.
Esta visión ecléctica se hace evidente en la elegancia del edificio por medio de diferentes elementos estéticos de gran tradición histórica donde predomina una fuerte influencia barroca y renacentista.
De planta irregular y con un cuerpo bajo, otro principal y el último de remate, la fachada del Palacio Arzobispal destaca por sus hermosos balcones situados en la esquina franqueados por una bella balaustrada y su portada principal.
Como parte de la riqueza de su decorado y la enorme simbología que posee el edificio, el remate de la fachada del palacio está adornado por la heráldica episcopal junto con los medallones de los evangelistas, la heráldica de la ciudad y por último un jarrón lleno de azucenas, el símbolo mariano por excelencia.
Cabe destacar que esta nueva sede se construyó gracias al esfuerzo de Don José Cadena y Eleta, el arzobispo existente en el año 1916, quien puso gran empeño en la creación de este palacio después de la demolición del antiguo Palacio Episcopal anteriormente situado junto a la Catedral de Burgos, en la Plaza del Sarmental.
Tanto la riqueza visual del palacio como su estratégica ubicación e imponente belleza han hecho de este edificio una de las construcciones “modernas” más apreciadas y visitadas de la ciudad.
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