Si bien es muy posible que el territorio de la actual Valladolid tenga orígenes prehistóricos, lo cierto es que el primer asentamiento humano conocido se originó hacia el siglo I por parte de los romanos.
En el siglo XI, Alfonso VI de León decidió repoblar el antiguo asentamiento romano para formar parte del Condado de Castilla y para 1072 la ciudad comenzó a crecer, principalmente por ser declarada residencia real y por ser sitio de nacimiento de varios monarcas castellanos.
Durante los siguientes 4 siglos, Valladolid se consolidó como una ciudad dinámica y con un enorme flujo académico y universitario gracias a la fundación de una gran cantidad de centros de enseñanza que la convirtieron en una de las poblaciones administrativas y burocráticas más importantes de Castilla.
Cortes, Chancillería, Inquisición y decadencia
A partir de 1489 Valladolid se convirtió en la sede del tribunal de Chancillería, de la Inquisición y de las Cortes Reales de Castilla, lo que dotaron a esta ciudad de una gran influencia dentro de todos los poderes del Estado de la Corte de Castilla.
A lo largo del siglo XVI Valladolid sería escenario de importantes acontecimientos políticos y militares que afianzaron o debilitaron su influencia, en especial después del descubrimiento de América, cuando Bartolomé de las Casas hizo una defensa de los derechos de los indígenas americanos, lo que se considera la primera aportación histórica de los derechos humanos.
Estos hechos afianzaron la influencia política de Valladolid que se vio interrumpida cuando un terrible incendio la arrasó en el año 1561. La tragedia sirvió para hacer un profundo rediseño de su distribución urbana, además de recibir el título de ciudad a comienzos de 1596 de manos de Felipe II.
Fue a principios del siglo XVII cuando la ciudad vivió su máximo esplendor, cuando Felipe III mudó la corte a Valladolid en 1601 y entonces la ciudad se convirtió en el epicentro de todos los grandes movimientos políticos dentro de la corte española, con una influencia y poder nunca antes vivido.
Sin embargo, esta situación duró apenas hasta 1606 cuando nuevamente la Corte se muda a Madrid, lo que produjo un grave retroceso socioeconómico al perderse las conexiones políticas y vías comerciales y hundió la ciudad en crisis durante décadas.
Con la fundación de los talleres textiles en 1670 la ciudad logró recuperar el ímpetu económico y comercial, y después de ciertos movimientos políticos decisivos, entre ellos el apoyo a Felipe V durante la Guerra de Sucesión, Valladolid logró recuperar algo de su influencia además de generarse un tímido, pero interesante proceso de ilustración que cambió para bien la dinámica citadina.
Fue tanto el reimpulso que obtuvo Valladolid gracias a esta incipiente industrialización que en apenas un lapso de 40 años la ciudad originó la creación de importantes academias artísticas, técnicas y científicas que hasta hoy existen.
El dinámico y próspero siglo XIX
A principios del siglo XIX la ciudad entra en un torbellino de inestabilidad al ser la ciudad elegida por las tropas bonapartistas durante la invasión a España en 1808.
Esta situación originó alzamientos populares en contra de los invasores, lo que originó una represión total y fue necesario un contraataque de los aliados ingleses para finalmente liberar la ciudad en 1812.
Valladolid permaneció en una crisis económica durante los siguientes 15 años hasta que se da inicio al programa de desamortización llevado a cabo en toda España, lo que provocó una reapertura comercial además de originar un crecimiento demográfico y limítrofe en la ciudad.
Con la llegada del ferrocarril en 1860 el desarrollo financiero marcó el resto del siglo XIX para Valladolid viviendo una profunda era de prosperidad que hizo crecer, aún más, a la ciudad creando grandes obras de infraestructura, plazas y museos.
La situación mejoró con la llegada del alumbrado eléctrico en 1887 y la industrialización a gran escala de sus telares, convirtiendo a Valladolid en un polo de desarrollo.
La Guerra Civil y el futuro
A comienzos del siglo XX la ciudad entraba en una etapa de pleno crecimiento que se vería detenida por la crisis económica de 1929 y la profunda inestabilidad política se originó después de implantarse la segunda república en 1931 que desencadenó la Guerra Civil en 1936.
Valladolid quedó rápidamente en manos franquistas y quedó sumergida en cruentas y sangrientas batallas y purgas políticas que se extendieron a lo largo de la guerra y afectaron seriamente su crecimiento socioeconómico.
Después del triunfo franquista la ciudad se mantuvo en un estado de conflictividad a pesar de las grandes obras de infraestructura y fue necesaria la llegada de la democracia para recuperar un impulso socioeconómico pleno que significó un desarrollo sostenido industrial y ambiciosos planes urbanos que la convirtieron en la ciudad más importante de Castilla y León.
Con la llegada del nuevo milenio, Valladolid se convirtió en una de las ciudades académicas más importantes de España, además de una administración y gerencia pública orientada a una política verde con el medio ambiente y un estado de bienestar que se ha traducido en innumerables reconocimientos a nivel mundial por sus progresos en la educación, gerencia de servicios y la infancia.