El nacimiento de lo que hoy es Santiago de Compostela se origina incidentalmente con un poblado romano fundado en algún momento del siglo I y que desapareció aproximadamente en el siglo V, siendo posteriormente conquistado por el rey Suevo de Galicia en el siglo VII.
Durante el siglo IX, Alfonso II se encontraba en una lucha de poder para contener las ambiciones expansionistas del reino de Galicia, y es entonces que aprovecha el descubrimiento de los restos del apóstol Santiago para fundar una ciudad que atesorara los restos, y a la vez, sirviera como barrera limítrofe al poblado conquistado por Galicia.
Es así que nace Compostela, después llamada Santiago de Compostela. Desde un principio esta nueva ciudad se convirtió en un poderoso polo de influencia política y religiosa.
El santuario de la Edad Media
La iglesia española adquirió mucha influencia y poder al ser los custodios de los restos, por lo que en poco tiempo se originó una comunidad eclesiástica, dinámica y pujante, que creció exponencialmente con la fundación de templos e iglesias, además de colegios religiosos, lo que le dio un prestigio académico.
De hecho, la ciudad originada para preservar los restos del apóstol se convirtió en un auténtico santuario durante la Edad Media al albergar infinidad de pobladores que buscaban protección dentro de sus murallas.
Esta inmensa aura de lugar sagrado le permitió a Santiago de Compostela adquirir aún más relevancia política, convirtiéndose en un lugar donde los monarcas elegían ser coronados, obteniendo así la bendición y apoyo de la iglesia, y por tanto, de legitimidad ante la población.
Esta inmensa influencia y poder convirtieron a la ciudad en un objetivo muy codiciado por muchos reinos, que durante los siguientes siglos intentaron controlar y gobernar, lo que obligó a la ciudad a levantarse en armas en repetidas ocasiones.
Sin embargo, la peor amenaza que casi acabó con la ciudad fue la epidemia de peste negra que arrasó la ciudad em 1349, siendo necesarias décadas enteras para recuperar en algo su nivel demográfico.
Pérdida de influencia y su recuperación
Después de superada la epidemia y de conseguida algo de estabilidad política, Santiago de Compostela sufrió un duro revés que afectó gravemente su influencia política y religiosa cuando a principios del siglo XVII se pone en duda que realmente los restos atesorados eran realmente del apóstol cristiano.
Esta pérdida de influencia se agravó cuando las diferentes facciones católicas exigieron declarar a santa Teresa como única patrona de España en desmedro de Santiago.
Esta lucha de poder ocasionó que las continuas y numerosas peregrinaciones descendieran de manera dramática. Finalmente, para el año 1643 se logra superar esta grave crisis cuando Felipe IV decreta que Santiago sea el único Patrono de España.
Este decreto real se tradujo en una bonanza automática para la ciudad, que vio renacer su turismo litúrgico y recibir pensiones y prebendas reales cada año.
Gracias a esta riqueza la ciudad floreció en inmensas obras de infraestructura, edificios, palacios, templos, catedrales e iglesias, convirtiendo a Santiago de Compostela no solo en un centro de gran importancia religiosa y política, sino también en un lugar donde las artes y la cultura se desarrollaron.
Durante los siguientes siglos, Santiago de Compostela se mantuvo como un santuario para los desplazados, exiliados o perseguidos, por ejemplo, los exiliados irlandeses o católicos ingleses.
Durante el período Barroco, la ciudad alcanza un esplendor nunca antes visto gracias a sus monumentales arquitecturas y sus extraordinarias obras de arte que afianzaron su reputación como lugar del saber y de la cultura.
Siglo XIX, siglo XX y futuro
Al igual que el resto de España, Santiago de Compostela sufrió los rigores de la invasión napoleónica transformándose en un centro carlista en contra de la ocupación, lo que se tradujo en un largo período de inestabilidad socioeconómica y donde los vasos comunicantes con otras instituciones extranjeras, en especial las academias y universidades francesas, se vieron severamente interrumpidas.
Superada la invasión, la ciudad recuperó su ímpetu académico al fundarse importantes diarios gallegos e inaugurando fábricas artesanales de chocolate, curtiduría y bebidas.
Sin embargo, este reimpulso económico se vio gravemente afectado debido a la negativa de La Coruña de adoptar las nuevas vías de comunicación, creando lo que se denominó el inmovilismo que atrasó la región hasta bien entrado el siglo XX.
Si bien Santiago de Compostela continuó manteniendo su pulso académico, no logra escapar de la grave inestabilidad política que luego se agravó con el crack de 1929 y que empeoró al desatarse la Guerra Civil Española en 1936.
Cabe destacar que la guerra echó por tierra el estatuto de autonomía que había cogido impulso después de la llegada de la segunda república en 1931. Bajo el mando franquista la ciudad sufrió el embate de las purgas políticas. Bajo el franquismo la influencia religiosa se recuperó notoriamente, pero se redijo mucho su ímpetu académico.
Con la llegada de la democracia, Santiago de Compostela recupera su brillo gracias a la entrada de España en la Unión Europea y a la autonomía regional alcanzada por Galicia, además de que recibió el título de ciudad universitaria.
En la actualidad Santiago de Compostela mantiene su aura de lugar sagrado y con un renovado turismo religioso que cada año atrae a cientos de miles de turistas dispuestos a recorrer el camino de Santiago.