Situado en el barrio del Albaicín, en la cima de la Alcazaba, se encuentra el magnífico Palacio nazarí de Dar-al-Horra que data del siglo XIV y que fue la residencia de
Muhammad I, el fundador de la dinastía Nazarí.
El palacio, construido sobre las ruinas de otro palacio perteneciente al rey zirí
Badis ben Habús, pasó a manos de los Reyes Católicos después de la Reconquista convirtiéndose en la residencia de Hernando de Zafra.
La arquitectura de Dar-al-Horra es sencillamente impresionante, posee torreón, dos pisos y está organizado alrededor de un patio con un par de galerías en sus lados inferiores, ambas galerías con tres arcos de medio punto angrelados y peraltados, siendo el central más alto que sus laterales junto con columnas cilíndricas coronadas por capiteles nazaríes.
Siguiendo el estilo arquitectónico clásico de la España Musulmana, el patio del palacio presenta una alberca de forma cuadrada en todo el centro con pinturas en los techos de su sala baja, mientras que su sala alta posee un espléndido mirador que es el elemento más destacado desde el exterior y un techo que está construido con una armadura hecha de par y nudillo.
El Palacio de Dar-al-Horra experimento una serie de importantes reformas a lo largo de los siglos, siendo las más importantes la sustitución de una de las crujías por una nave de estilo mudéjar, de menor tamaño, hecha para fungir de iglesia temporal.
Se trata de uno de los más interesantes vestigios que todavía se conservan del impresionante período nazarí, cuyas decoraciones originales han permanecido en un excelente estado de conservación hasta la actualidad, y que se ha convertido en un importante atractivo turístico.
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