El Monasterio de San Jerónimo es un imponente templo de estilo renacentista cuyo origen data del año 1504 cuando los Reyes Católicos ordenaron su construcción para reafirmar la Reconquista de 1492, y cuya construcción terminó en 1522 cuando Diego de Siloé concluyó la capilla mayor. En su momento, fue el primer templo en el mundo en consagrarse a la Inmaculada Concepción de María.
Su arquitectura presenta un diseño clásico de planta de cruz latina propio de la Orden Jerónima junto con un coro elevado y un altar con amplia escalinata.
El templo está profundamente decorado con detalles y obras de arte renacentistas con casetones, grupos escultóricos y veneras, formando lo que se considera un auténtico epílogo del humanismo español.
Además de su gran variedad de obras de arte, el monasterio posee un par de claustros ajardinados, siendo el primero el más representativo del Renacimiento donde se observan siete arcosolios que funcionan como capillas de estilo clásico y adornadas con un estilo muy formal para formar un área fúnebre donde reposa los restos de Don Gonzalo.
En cambio, el segundo claustro fue estrictamente diseñado como área residencial para las monjas jerónimas y que en un momento dado sirvió de residencia itinerante a la emperatriz Isabel de Portugal durante su viaje de bodas con Carlos V.
Con la llegada del siglo XIX el monasterio sufrió los embates de la guerra napoleónica y la posterior desamortización, quedando severamente deteriorado hasta que se llevó a cabo una profunda restauración entre 1916 y 1920 a cargo del afamado arquitecto Fernando Wilhelmi y una posterior reforma en la década de los años sesenta.
Dado su enorme valor patrimonial y artístico, el monasterio recibió la declaración de Bien de Interés Cultural y Monumento Histórico-Artístico.
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