Los orígenes de Alicante datan del siglo III a. C. cuando aparecen sus primeros pobladores íberos, estrechamente ligados a los griegos del Asia Menor, pero no será hasta la llegada de las tropas romanas durante el siglo II a. C. cuando la región comenzó a desarrollarse, al fundarse el puerto marítimo fluvial en la desembocadura de la Albufereta.
Sin embargo, con la llegada de la decadencia del Imperio Romano el puerto pierde influencia e importancia debido a que el torrente se encenega y el área se tornaba pantanosa e insalubre.
Lo anterior obligó a la población a desplazarse a los pies de la formación rocosa conocida como Benacantil, en donde se originó lo que actualmente se conoce como el casco urbano de Alicante.
La era del Califato y la reconquista
En el siglo VIII Alicante queda bajo el dominio de la expansión islámica y la región pasa a denominarse
Medina Lagant, también conocida como
Al-Lagant, lo que con el paso de los siglos se transforma en el topónimo valenciano Alacant que luego se llamará Alicante.
Durante los más de cinco siglos siguientes toda la región estaría bajo el control del Califato de Córdoba y a sus respectivas Taifas, razón por la cual la actual ciudad posee imponentes ruinas de la era musulmana.
A partir del año 1151 comenzarían a sucederse importantes movimientos políticos entre la Corona de Aragón y el Califato de Córdoba, con la intención de entablar un status quo mediante la definición de límites limítrofes entre ambos reinos, pero después de una serie de acuerdos posteriores dicha estabilidad comenzaría a romperse debido a las intenciones del reino cristiano de reconquistar ese territorio.
Finalmente, para el año 1248, se presenta la oportunidad cuando las tropas cristianas de Alfonso X aprovechan las luchas intestinas entre las diferentes facciones islámicas que competían entre sí y toman la ciudad de manera definitiva.
A partir de ese momento Alicante sería repoblada por cristianos oriundos de Cataluña y Castilla, expulsando definitivamente cualquier reducto de la antigua población musulmana y consolidando el cristianismo en toda la región.
La consolidación cristiana
Durante los siguientes 300 años Alicante se convirtió en un bastión disputado entre los distintos reinos cristianos, primero por la Corona de Castilla y luego por la Corona de Aragón, lo que desembocó en una serie de guerras que marcarían de manera pendular el destino de Alicante.
Para el año 1490, Alicante se había constituido como una localidad próspera producto de la manufactura y exportación de sus afamados vinos, lo que derivó en el desarrollo de un puerto con alto tránsito de mercancía y en una clase media pujante y de notable influencia, por lo que Fernando el Católico le otorgó el título de ciudad ese mismo año.
Con la llegada del siglo XVI, Alicante ya era la quinta ciudad más grande del Reino de Valencia, lo que propició el crecimiento demográfico y comercial de la ciudad, que se tradujo en una proliferación de huertas, embalses y distintos emprendimientos comerciales.
Este enorme crecimiento y desarrollo hicieron de la ciudad un objetivo militar y geoestratégico desde entonces por parte de todos los reinos vecinos, tanto fue así, que en 1691 la ciudad quedó casi totalmente destruida durante la guerra entre borbónicos y austracistas, lo que motivó su posterior fortificación para impedir nuevas agresiones.
La era contemporánea y moderna
Con la llegada del siglo XIX Alicante comenzaría a exhibir un talante abiertamente liberal que se tradujo en una postura abierta en contra de instituciones represivas como la Inquisición y la firme determinación de enfrentar a los enemigos extranjeros o domésticos al formar tropas voluntarias contra los napoleónicas o a los colaboracionistas locales.
A comienzos del siglo XX Alicante era un importante centro manufacturero e industrial, pero el crack de 1929 golpea fuertemente el sector agrícola, lo que generó una crisis que se agravó hasta que en 1931 se convierte en una de las primeras ciudades donde los republicanos triunfan en las elecciones municipales y la posterior declaración republicana.
Se trató de un período turbulento en donde las facciones más sectarias llevaron a cabo la destrucción sistemática de una gran cantidad de templos e iglesias y que finalmente concluyó con la guerra civil en 1936.
En estos hechos violentos Alicante fue protagonista al fusilar al líder falangista José Antonio Primo de Rivera, lo que originó un ataque brutal que convirtió a la ciudad en objetivo de primer orden a lo largo de todo el conflicto.
Después del triunfo franquista, la ciudad recuperó su estabilidad y floreció socioeconómicamente, presentando un repunte demográfico que continuó hasta la llegada de la democracia.
Durante los siguientes 20 años Alicante volvió a imponerse como uno de los más importantes centros industriales y comerciales, llegándose a convertir en uno de los polos turísticos más importantes de España, lo que se ha traducido en un auténtico auge dentro del urbanismo de la ciudad.
Con la llegada del siglo XXI Alicante experimentó cambios significativos en prácticamente todas sus estructuras, lo que se ha traducido en un desarrollo sostenido en construcción, vialidad, urbanismo e inclusive en la aparición de nuevos campos artísticos, educativos y comerciales, al convertirse brevemente en un centro de producción cinematográfica.